Y comenta que no es una excepción, sino que se lo ha visto hacer con sus ojitos a sus compañeros de profesión de manera habitual. Y es que es lógico; la carne no está nada barata, y los cortes no se pueden desechar porque vengan con algún que otro turmorcillo. Así que se corta el trozo que parece “raro” y el resto se vende. Ojos que no ven, estómago que no siente.
Al menos no lo pican todo y hacen con ello hamburguesas, aunque pasará también en más de una ocasión.